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EL RETORNO DEL SISTEMA POLÍTICO

Por Ana María Gómez Trujillo

Dando una mirada histórica y con diferentes planteamientos presentados por autores como Judt (2012), Chanlat (2017), Bauman y Bordoni (2016), Chomsky (2012), y Gélinas (2006), el presente texto busca presentar una explicación de la configuración del sistema político actual, con sus antecedentes, características, críticas y propuestas futuras para cumplir con las condiciones necesarias para su retorno, para la recuperación de su estructura actual y la credibilidad de las sociedades en el mismo. Sea cual sea la ideología o sistema económico que adopte, el sistema político necesita ofrecer algo nuevo y diferente a las sociedades, debe reinventarse y recobrar su fuerza y rol dentro de los Estados actuales.

¿Qué está pasando?

El mundo actual se caracteriza por su falta de interés en temas políticos o pérdida de credibilidad en los mismos; lo cual, mirado desde una perspectiva histórica tiene una explicación bien justificada.

Lo que hoy nos parece natural, data de 1980, época en la que la obsesión por la riqueza, el culto a la privatización y el sector privado se convirtieron en temas de gran relevancia en muchos países del mundo (Judt, 2012).  En esta ideología predomina la “hegemonía de lo económico”, que incluye la lógica capitalista, la búsqueda de los intereses personales, del beneficio y de la acumulación; además de estar caracterizada por el “culto a la empresa”, donde ésta es vista como fuente de riqueza, encargada de difundir recursos y que ha estado apoyada por un aumento en la cantidad de programas y estudiantes de administración a nivel mundial.

 

De igual manera, el pensamiento gerencial ha ganado una influencia significativa sobre las mentalidades de los hombres, que hasta incluso hoy se puede hablar de un “homo administrativus”, caracterizado por el uso de un lenguaje gerencial en todos los aspectos de su vida y que se han convertido en un grupo influyente en las sociedades (Chanlat, 2017). Esta caracterización del sistema actual ha creado sociedades más desiguales, donde el acceso a los beneficios no es dado en la misma medida a todos los ciudadanos, creando mayores brechas entre ricos y pobres, lo que incrementa las diferencias y los problemas sociales dentro de cada país.

Situaciones pasadas, como la crisis del 2008 son una muestra de que el capitalismo no regulado puede poner en riesgo incluso su propia existencia, en la misma medida, se ha demostrado que la intervención del Estado ha sido necesaria en muchas ocasiones para evitar bancarrotas y derrumbamiento de diferentes empresas. Lo cual ha llevado a que entremos en una era del temor, una era de inseguridad económica, física y política que hace poner en tela de juicio la configuración del sistema actual.

Mirada histórica

Si se analizan las décadas anteriores, se encuentra que, como resultado a las dos guerras mundiales, las sociedades fueron incrementando su creencia en la acción colectiva y en la participación e intervención del Estado, pues era éste quien velaba por las garantías de recuperación económica, tal como aconteció con el New Deal, estrategia que resultó en la recuperación de la confianza por parte de la sociedad civil y se fortaleció como un proyecto colectivo en Estados Unidos.

Posteriormente a la Segunda Guerra Mundial y hasta 1970, las sociedades se volvieron menos desiguales, esto debido a los subsidios, la tributación, la provisión de servicios sociales y las garantías del Estado contra las crisis. Pero, en las décadas posteriores, esta desigualdad ha estado incrementando, debido a un cambio en el pensamiento de las personas, las cuales, impulsadas por las “injusticias” de la burocracia y los malos gobiernos, fueron cosechando la semilla de la revolución y la lucha contra la represión en búsqueda de sus propios derechos.

Las políticas de la época permitían un alto gasto público, y una libertad ilimitada al control del Estado sobre la economía de las ciudades, lo cual fue desviando el interés político por el bienestar y la seguridad social, a un interés por el beneficio propio. De ahí, que, en 1980, se comienza a establecer un interés particular por la privatización, el individualismo, la acumulación y la riqueza (Judt, 2012).

A partir de ese período, se comenzó a ver el Estado como un problema y no como una solución al bien individual o colectivo, de esta manera el capitalismo se instaura como sistema económico dominante que sobrevive hasta la actualidad, el cual ha sido criticado por sus sentimientos corruptos y falta de humanismo, y por su interés en el bienestar individual. 

Sistemas Políticos

Para entender la discusión, es necesario definir el concepto de sistema político, que según Régimen Político (2018) “El sistema político es el resultado de las opciones políticas, económicas y sociales acogidas por una sociedad determinada, en un momento determinado”. Actualmente se diferencian principalmente tres sistemas políticos a saber: Democracia “forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos” (RAE, 2018), la cual se relaciona con el liberalismo, entendido como “doctrina política que postula la libertad individual y social en lo político y la iniciativa privada en lo económico y cultural, limitando en estos terrenos la intervención del Estado y de los poderes públicos” (RAE,2018).

El socialismo, que se entiende como “sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes” (RAE, 2018). Y, finalmente, como tercer sistema político se presenta la socialdemocracia, el cual, se considera como una especie de híbrido ya que como lo manifiesta Judt (2012), los socialdemócratas comparten la tolerancia religiosa y cultural de los liberales, pero en la política creen en la acción colectiva para el bien común. De igual manera, la RAE (2018) define la socialdemocracia como un “movimiento político que propugna un socialismo democrático y reformista”.

Se puede evidenciar que cada sistema o modelo político ha funcionado bien en algunos países, como el caso de la socialdemocracia en Finlandia, Suecia y Noruega; o como la democracia – liberalismo en Inglaterra. Por el contrario, en muchos países, ni siquiera se considera el mencionar un sistema político como el socialismo, tal como ocurre en Estados Unidos, donde por factores culturales como el individualismo y la autonomía, no se acepta la intervención del Estado ni las ideas que ofrece este sistema.

Lo importante, aquí es resaltar que ni la democracia – liberalismo, el socialismo o la socialdemocracia son acogidas homogéneamente por todos los países, sino que, por el contrario, depende de las situaciones específicas de cada país el adoptar o elegir un sistema sobre el otro. Pero lo preocupante es que ya ninguna de sus ideologías cuenta con una base sólida para movilizar las nuevas generaciones y lograr involucrarse de una manera contundente en materia política.

La desesperanza, la desilusión y la falta de confianza en los dirigentes y las instituciones políticas, han hecho que se generen sentimientos de rechazo y de desinterés a toda organización y control político de la vida social.

Liderazgo

Nos encontramos pues en un Estado de ausencia de liderazgo, la cual ha sido ocasionada por la falta de una visión clara y contundente tanto del sistema como de los dirigentes políticos, quienes han pasado a ser considerados como “políticos light” (Judt, 2012), producto de los años 60, que son caracterizados por poco conocimiento y experiencia política y falta de temas o ideologías controversiales que movilicen a los ciudadanos, además de tener una alta preocupación por su imagen, popularidad y bienestar propio. Esta ausencia de liderazgo político ha ocasionado que el mismo interés por la política se difumine entre los ciudadanos, que no se sepa qué pensar ni que hacer frente a la configuración actual.

El liderazgo político debe ser ejercido por personas conocedoras, integradoras, y con capacidad de generar confianza y movilidad entre quienes está representando; pero lamentablemente el sistema actual no cuenta con este tipo de individuos que sepan regir los destinos de la comunidad de manera acertada ya que carecen de innovación, poca capacidad para realizar juicios de valor y presentar propuestas diferentes.

Debilitamiento progresivo

Las pocas bases del sistema político y la ausencia de liderazgo han ocasionado un debilitamiento del Estado que se caracteriza por la desigualdad, por la decadencia de las coberturas sociales, por el endeudamiento creciente, por la disminución en la productividad de las empresas, empobrecimiento de los asalariados, aumento del desempleo, e incremento de la miseria. Toda esta configuración cultural ha ocasionado unas consecuencias humanas que se pueden evidenciar a través de la insensibilidad y distanciamiento de los gobiernos con los ciudadanos, lo cual puede llegar a ser visto incluso como una política que va en contra del bienestar social y que necesita tener un nuevo rumbo, una nueva mirada y un nuevo foco.

Como lo afirman Bauman y Bordini (2016), las crisis actuales se diferencian con las anteriores en que ya no existe confianza en que el Estado pueda resolverlas ni en su capacidad de presentar nuevas alternativas o soluciones. Las de hoy, pueden ser llamadas las crisis del Estado, de la modernidad, o de la democracia.

Se habla entonces de la separación del poder y la política, donde la capacidad de hacer que las cosas pasen y de decidir lo que tiene que pasar, ya no es determinado por la política sino por los mercados financieros y las grandes cantidades de capital que circulan libremente por el mundo. Esto ha ocasionado que el Estado ceda parte de sus deberes llevando a la privatización creciente de los servicios públicos, y a que cada vez más sea el mercado y las grandes compañías quienes determinen el comportamiento y el porvenir de la llamada “Aldea Global”.

En cuanto a la crisis de la modernidad, presentada por Bauman y Bordini (2016), se puede decir que actualmente el progreso se mide en el individualismo y acumulación, impulsado por la globalización, que se presenta como una solución rápida a la sobreproducción, Actualmente se puede ver que la tecnología alcanza todos los rincones del mundo, acorta las distancias físicas, pero finalmente, va destruyendo la jerarquía de los valores y la importancia de la ética, lo cual, conlleva a la crisis de la democracia, que se evidencia en las encuestas actuales, en donde en el caso colombiano, según el periódico El Tiempo (2018), el 73% de los jóvenes aprueban y apoyan una dictadura, si esta conlleva a la creación de orden, seguridad y beneficios económicos.

 

Situaciones como esta, se viven en muchos países del mundo, en donde cada vez más se buscan nuevos caminos para redescubrir y reinventar los sistemas políticos y al mismo tiempo, se crean movimientos de resistencia y de oposición a los sistemas actuales. Un claro ejemplo de esto es el movimiento “occupy”, que según Chomsky (2012) es una reacción pública a la opresión económica, que ocupa diferentes ciudades y que alza su voz como una respuesta a la hipocresía de la sociedad, principalmente, la norteamericana, donde los inmigrantes son tratados como ciudadanos de segunda, los altos subsidios impiden una competencia justa, donde cada vez más se desmejora la calidad de vida de los trabajadores, y donde el uso de la justicia no se ejecuta de forma parcial; adicionalmente, el rol de las compañías multinacionales también se incrementa, incluso en una mayor participación y poder de decisión en comparación con muchos Estados.

La Globalización y el rol de las Compañías Multinacionales

El auge de las Corporaciones Multinacionales (CMN) se ha facilitado gracias al proceso de globalización, la cual no es un tema nuevo, y que se puede explicar a través de tres etapas, comenzando desde el mercantilismo basado en la acumulación de metales y bienes exóticos, y en la manufactura, para posteriormente migrar a su segunda fase conocida como capitalismo, caracterizada por la sobreproducción y el progreso técnico, ocasionando un intercambio desigual entre los países; y para finalmente llegar a su tercer momento, en el que, con el surgimiento de las CMN, se intensifica el comercio de petróleo y de la industria química además de la instauración del dólar como referente mundial y la organización científica del trabajo (Gélinas, 2006).

Esta globalización ha reemplazado el papel del Estado Nación en la sociedad, otorgándole un mayor rol al mercado en la vida social y económica, en el que existe un dominio del capital financiero que busca resultados cuantificables y medibles, desplazando otras variables sociales. 

Esto es posible evidenciarlo analizando la configuración del sistema actual, donde prima la superproducción de las empresas, y donde el ciudadano ya no es visto como tal, sino como un consumidor tanto del sistema económico como político, lo cual es soportado por las instituciones actuales, por la privatización de empresas y por los tratados de libre comercio, favoreciendo finalmente el superconsumo.

Desde una mirada crítica, se puede decir que la globalización y las Corporaciones Multinacionales han contribuido a la creación de desigualdades sociales, y al incremento de la inseguridad económica y física, además de la explotación de los recursos naturales del planeta, pervirtiendo el mercado y a quienes participan en él.

Estos temas deben ser considerados para lograr una mayor movilización entre las personas, asuntos como el cambio climático, que, en países como Estados Unidos, parece ser un tema irrelevante, son puntos álgidos de discusión a nivel global, ya que sus consecuencias no respetan las fronteras establecidas por los Estados, sino que se esparcen por todo el mundo. La agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible demandan colaboración entre diferentes actores sociales tanto públicos como privados, lo cual hace necesario un fortalecimiento de alianzas público- privadas que velen por el bien no sólo social sino ambiental.

Posibles Salidas

Se logra ver que ya ni la derecha ni la izquierda cuentan con los argumentos y las bases necesarias para sobreponerse el uno sobre el otro ni para influenciar de una forma contundente las generaciones actuales y las venideras, y que ambas se necesitan mutuamente, lo cual hace necesario una reinvención del sistema, una adaptación al contexto actual de una manera consciente. Se requiere llenar el vacío moral que caracteriza las sociedades y transformar la mirada económica por una mirada humana.

Tal como lo propone Gélinas (2006), se requiere pues una mayor participación de la sociedad civil, una reapropiación del sistema que no se limite solamente a comprender y criticar la estructura política actual, sino que se resista y que construya alternativas diferentes. 

Adicionalmente, es necesario renovar la conversación pública, cambiar el lenguaje económico por un lenguaje más humano que haga posible el retorno de lo simbólico para mejorar la comunicación y sobrepasar los obstáculos al diálogo en el campo político. Se debe medir la utilidad no sólo en términos de eficiencia y productividad sino en consideración con otras variables éticas y sociales como el bienestar, la justicia y la equidad. Se deben encontrar las razones para escoger una política sobre otra y reconocer que, como lo indica Judt (2012), alguien tiene que responsabilizarse del alma de la ciudad. 

El nuevo sistema político debe ser planteado admitiendo que su función necesita ser contextualizada, de acuerdo a las conformaciones culturales y modificando las instituciones jurídicas, políticas y sociales según las necesidades y deseos colectivos de las personas a las que representan, para que, de esta manera, se consiga una armonía entre en el pensar y el hacer, entre el deseo y la realidad y entre la política y el ciudadano.

Haciendo una comparación con el llamado al retorno de la administración realizado por Chanlat (2002), el nuevo sistema político también debe retornar a ciertas dimensiones fundamentales, que inviten a la crítica y a la reflexión, que han estado ausentes por tanto tiempo, se requiere otorgar un mayor protagonismo a las ciencias humanas, dar reconocimiento a cada individuo como actor de una sociedad, retornar a la afectividad, tan importante para el desarrollo de todo ser humano.

 

Adicional a este retorno de la afectividad, se hace necesario además el retorno de la experiencia vivida, es decir, el retorno a la historia, a los acontecimientos pasados que son frecuentemente olvidados por los dirigentes políticos. De igual manera, es de vital importancia tener un enfoque de largo plazo, cambiando la visión cortoplacista de los dirigentes actuales, que se reduce a velar por sus propios intereses sin considerar las consecuencias futuras de sus decisiones. 

El nuevo sistema político requiere adicionalmente un retorno a la ética que integre las reglas de conducta acordes con la moral, muchas veces olvidada por el sistema moderno. Esta ética de la responsabilidad debe contemplar una responsabilidad tanto social como hacia la naturaleza, pues el ser humano, a través del desarrollo de su inteligencia debe admitir las implicaciones éticas de la misma tanto para la sociedad, para la organización, para el medio ambiente, y para el cuidado de todas las especies, incluyendo la suya.

El nuevo sistema debe contemplar conocimiento, intenciones y acciones que desarrollen una percepción justa y realista de la sociedad, además debe reconocer que no existe un modelo o receta aplicable a todas las sociedades por igual, ya que cada Estado tiene un contexto y una historia diferente. 

Adicionalmente, es importante reconocer que probablemente el capitalismo o la democracia no estén en agonía, sino más bien, que requieren de una base diferente, renovada y humana que responda al apoliticismo de la sociedad actual, que instaure los fundamentos necesarios para hacer responder a las nuevas generaciones y despertar su interés y participación en temas políticos, haciéndoles reconocer sus intereses y prioridades; pero principalmente, deben brindar el criterio suficiente para saber lo que le conviene a la sociedad, pensar más allá de las fronteras, y ceder lo suficiente para tener una nueva narración económica, política y moral.






 

Referencias Bibliográficas

 

  • Bauman & Bordoni. (2016). Estado de crisis. Grupo Planeta Spain

  • CHANLAT, J. F. (2002). Ciencias sociales y administración. En defensa de una antropología general. Medellín: Ed. EAFIT

  • Chomsky, N (2012). Ocupar Wall Street: indignado en el epicentro del capitalismo mundial. Ediciones Urano

  • El Tiempo (2018). 73 por ciento de estudiantes colombianos aprueban una dictadura. Recuperado de: http://www.eltiempo.com/vida/educacion/niveles-de-educacion-ciudadana-y-civica-en-colombia-iccs-iea-203580

  • Gélinas, J.B. (2006). El monstruo de la globalización. Desafíos y alternativas. Hombre Nuevo Editores

  • Judt, T. (2012). Algo va Mal. Penguin Random House Grupo Editorial España,

  • Real Academia Española (2018). Democracia. Recuperado de: 

http://dle.rae.es/?id=C9NX1Wr

  • Real Academia Española (2018). Liberalismo. Recuperado de:  

http://dle.rae.es/?id=NEML1xB

  • Real Academia Española (2018). Socialdemocracia. Recuperado de:

http://dle.rae.es/?id=YBs225M

  • Real Academia Española (2018). Socialismo. Recuperado de:  

http://dle.rae.es/?id=YBvpVSl

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